Menos es más
Quizás sea una de las corrientes más conocidas, con muchos
amantes y a la vez muchos detractores, durante varios años los hogares se han
llenado de “minimlismo”, popularmente conocido como elementos de líneas y
colores puros, formas geométricas básicas.., en conclusión, un lenguaje de
representación sencillo, pero… ¿Es realmente acertado ese concepto?
El objetivo principal del minimalismo es eliminar lo superfluo.
Puede parecer una acción sencilla, sin embargo, el hecho de tener que
conseguir, en el caso de la arquitectura, depurar un espacio, eliminando
componentes y detalles, para que se valore el espacio como tal y no por su
ornamentación, es un trabajo que solo unos pocos consiguen realizar con
maestría. Es decir, deben ser espacios limpios, que busquen más la continuidad
que la interrupción, que sugieran en vez de mostrar. Se debe conseguir un
espacio con una elevada expresividad con los menos elementos posibles. No por
ello debemos caer en la trampa de pensar que este movimiento está formado por
fanáticos del blanco y de los ángulos rectos o madera, no es un movimiento
apegado a lo nórdico, si no que se utilizan también colores que salen de lo
neutro e incluso formas redondeadas, eso sí, sabiéndolas incluir.
Aunque
parezca todo lo contrario, por los mínimos elementos utilizados, es un estilo
que suele resultar caro por la falta de profesionales y operarios de la
construcción que consigan hacer un buen trabajo, limpio donde no haya errores.
Otro de los errores comunes al pensar en el minimalismo es
que los espacios deben estar casi vacíos, dando una sensación de impersonalidad
y de poca calidad, aunque hay que recalcar que debe de estar muy ordenado y que
la decoración o los elementos que conformen dicho espacio deben de ser los
fundamentales y estar bien utilizados, aunque a decir verdad, donde mejor se
puede aplicar este estilo es en interiores donde se vaya a exhibir algo, por
ejemplo una tienda, un museo… Porque como he dicho antes es necesario mantener
el orden, y en una vivienda, como todos sabemos, no es tarea fácil, y dichos
espacios austeros se desequilibran con rapidez y llama mucho la atención cuando
algo está fuera de lugar.
Quién quizás sea el gran maestro de las arquitectura y el
interiorismo minimalista es John Pawson, que explica el movimiento como
“Proyectar haciendo hincapié en lo importante”.

Este reconocido arquitecto
inglés, que tienen entre sus proyectos locales comerciales como una tienda para
Calvin Klein en Manhattan, un aeropuerto en Hong Kong, el Museo de Diseño de
Londres… ejerció de profesor y estuvo en el estudio de Shiro Kuramata,
arquitecto y diseñador de mobiliario japonés, y puede que sea de esta época
donde se acabe impregnando de vivir con lo mínimo, como está ocurriendo desde
los años 90 con las Kyosho Jotaku, o mini casas.
Como bien sabemos, Japón es un país
con una altísimo densidad de población, y una no muy extensa dimensión de la
isla. Esto sumado a que la sociedad japonesa no le gusta adquirir vivienda de
segunda mano si puede optar a construirse una, hace que las dimensiones se
vayan reduciendo cada vez más.
Para este tipo de gente, el minimalismo es un estilo de
vida, que no solo aplican al diseño de la vivienda, sino también a sus pertenencias, deben de
vivir con lo mínimo posible, pero de manera aceptable, cómoda y que sea
funcional.
Ha de quedar claro que es una cuestión de espacio terrenal y
de estilo de vida más que una cuestión económica, puesto que en el mercado las
encontramos en emplazamientos cuyo valor varía mucho o realizadas por
arquitectos reconocidos.
Suelen tener un espacio abierto y multifuncional donde se
eliminan los pasillos y dependiendo del momento del día en el que nos
encontremos se realiza una acción u otra. Aunque este hecho nos pueda parecer
algo descabellado y lejano o avanzado para lo que son hoy nuestros hogares, con
una espacia casi para cada acción, cocinar, higiene, descanso… Lo cierto es que hace siglos, más
concretamente en la Edad Media es funcionamiento del hogar era exactamente
igual que estas pequeñas casas. Había un gran espacio donde se realizaban todas
las actividades del día, salvo el tema de la higiene que se realizaba en el
exterior, o en el caso de las casas más nobles los sirvientes llevaban un
orinal y su aseaban con toallas y el agua de una caldero. En ese gran espacio
se sacaban los muebles que se iban a utilizar en cada momento, la mesa para
comer, preparar la comida, contar el dinero, realizar reuniones… cuando llegaba
la noche, se apartaba contra la pared, sin tener un sitio concreto y se sacaban
los arcones que servían de cama.
La gran diferencia que se puede encontrar es la aplicación y
el significado de la palabra confort. En la Edad Media, era un concepto que no
tenían en cuenta ni echaban de menos, porque nunca había existido, por ello
estar todo el día moviendo los muebles no les resultaba una tarea extraña, ni
demasiado engorrosa. Sin embargo, aunque en las mini casas, se viva en un
espacio muy reducido, el concepto y la sensación de confort están presente. Según
el arquitecto y docente Agustí Costa “El sentimiento de confort tiene mucho que
ver con el concepto de verdad, deben de ser cosas auténticas, desnudas,
esenciales, que funcionen correctamente y con inmediatez”.
Y es que… como decía Mies Van der Rohe, “Menos es más”
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